En su nueva editorial, la Lic. Ana Faingerch reflexiona sobre una emoción incómoda pero universal: la envidia en los vínculos íntimos. Inspirada por la serie "Envidiosa", disponible en Netflix, Ana plantea cómo esta emoción no siempre se manifiesta de manera evidente, pero puede ser un eco de lo que nos faltó y que se activa en nuestras relaciones más cercanas. En esta entrega, damos lugar a su voz experta para explorar una de las emociones más negadas y poderosas en el amor: la envidia, y cómo puede convertirse en una vía hacia la transformación emocional.
Lo que se repite en el amor: cuando la envidia es un eco de lo que nos faltó
La serie Envidiosa, disponible en Netflix, puso en escena algo tan incómodo como universal: la envidia en los vínculos íntimos. De más está decir que las relaciones de pareja no escapan a esta dinámica. En la pareja hay escenas que parecen volver como un bucle emocional. Conflictos que no se resuelven del todo, frases que duelen más de lo que deberían, tensiones difíciles de nombrar. A veces, el problema no es lo que está pasando hoy, sino lo que se activa desde muy atrás. Y una de esas emociones difíciles de aceptar —pero muy presentes en las relaciones— es la envidia.
¿De qué tipo de envidia estamos hablando?
No es la envidia superficial, la que aparece por una cuestión material o de comparación. Es una más íntima, más silenciosa. Una que tiene que ver con lo que el otro tiene o expresa con naturalidad, y que para mí fue un territorio prohibido. Cuando uno de los dos se permite vivir con libertad, con seguridad, con disfrute, eso puede confrontar profundamente al otro si su historia personal estuvo marcada por la privación, el silencio o el sacrificio.
¿Cómo empieza ese ciclo?
Así empieza lo que llamo justamente la serie envidiosa: una repetición emocional donde el conflicto se sostiene en el tiempo, no por lo que hace el otro, sino por lo que su sola presencia despierta. Muchas veces, el otro no hace nada malo. Solo es como es. Pero ese "ser" resuena como un recordatorio de lo que yo no pude ser, de lo que no recibí, de lo que aún me duele.
¿Esto es consciente en quienes lo viven?
Esto no es consciente. Nadie se da cuenta de inmediato que está sintiendo envidia. Se manifiesta como incomodidad, como juicio, como distancia emocional. Una pareja puede pelear una y otra vez por temas aparentemente banales, pero debajo de esas discusiones hay un pedido profundo: “Necesito que me entiendas, que me veas, que repares lo que me faltó”.
¿Qué revela la terapia clínica sobre este fenómeno?
En la práctica clínica, veo muchas veces cómo lo que hoy duele no nació en esta relación. Desde una mirada vincular transgeneracional, podemos ver que cargamos con historias que no nos pertenecen del todo. Mandatos familiares, emociones no expresadas, roles heredados. Nos vinculamos con el otro no solo desde lo que somos, sino también desde lo que traemos. Y eso configura un mapa emocional que, si no se hace consciente, termina repitiéndose sin descanso.
¿Podés dar un ejemplo concreto?
Por ejemplo, alguien que creció en una familia donde amar era sinónimo de sacrificio puede sentir enojo o culpa cuando su pareja se permite el disfrute. O alguien que fue criado para complacer, sin espacio para el deseo propio, puede rechazar —aunque no lo entienda del todo— que su compañero o compañera se escuche a sí mismo con firmeza. No es que el otro esté haciendo algo incorrecto. Es que esa conducta lo enfrenta con su propia herida.
¿Cómo se puede transformar esto?
La envidia, entonces, puede volverse un mensaje. Doloroso, sí, pero también revelador. Muestra dónde hay una falta que aún no se nombró. Muestra lo que todavía no pudo integrarse. Cuando en vez de negar o juzgar esa emoción se la observa con profundidad, aparece la posibilidad de transformarla. No se trata de cambiar al otro, sino de entender qué se despierta en mí y qué historia emocional está pidiendo ser atendida.
¿Qué sucede cuando una pareja trabaja esto en terapia?
Las parejas que se animan a trabajar esto en terapia no vienen a buscar culpables. Vienen a buscar sentido. Lo que parecía solo un conflicto relacional se convierte en una oportunidad de autoconocimiento. Porque la verdad es que el otro no tiene la obligación de reparar lo que yo viví. Pero si ambos logran entender desde dónde se están relacionando, puede abrirse un nuevo lenguaje. Menos defensivo, más empático.
¿Qué rol cumple la terapia de pareja en este proceso?
La terapia de pareja no es un último recurso. Es una herramienta poderosa de revisión, de crecimiento, de reencuentro. No solo se trata de salvar un vínculo en crisis, sino de comprender lo que cada uno está poniendo en juego, y de encontrar formas más honestas y cuidadas de vincularse.
¿Cuál es tu mirada final sobre el amor y la repetición de patrones?
El amor no es solo lo que sentimos. Es también lo que hacemos con eso que sentimos. Y cuando podemos mirar juntos los nudos, los patrones, las herencias emocionales, muchas veces lo que parecía una traba se convierte en puente. Porque en el fondo, todos queremos lo mismo: amar sin miedo, ser amados sin condiciones, y dejar de repetir lo que tanto nos dolió.
Entender la envidia para amar mejor: la envidia es quizás una de las emociones más desafiantes en la consulta psicológica, precisamente porque duele reconocerla. Sin embargo, como profesional he observado que esta emoción siempre señala hacia una carencia emocional profunda, a menudo ligada a experiencias familiares tempranas. Al afrontar con valentía la envidia, podemos descubrir cuál es esa necesidad emocional oculta que no fue satisfecha. Solo entonces, podemos comenzar a transformar nuestros vínculos desde la autenticidad y la madurez emocional. La pareja que se atreve a explorar esta dimensión dolorosa no solo sana su relación, sino que también encuentra un nuevo camino hacia la aceptación genuina del otro y de sí mismo. La verdadera fortaleza del amor reside en la capacidad de mirar juntos, sin miedo, lo que duele.
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