La respuesta no es simple. Porque detrás de cada idioma hay una estructura gramatical, sí, pero también una historia, una cultura y un modo de ver el mundo.
El inglés: género invisible, inclusión visible
Una de las características más notorias del inglés es que la mayoría de sus sustantivos y adjetivos no tienen marcas de género. "The teacher", "the student", "the boss"… pueden referirse tanto a una mujer como a un hombre. Esta ambigüedad estructural permite, en muchos casos, una comunicación más neutral sin esfuerzo extra.
Además, el uso del pronombre singular “they” se ha consolidado como una forma ampliamente aceptada para referirse a personas no binarias o cuando el género es desconocido. “Alex is presenting today. They’ll be here at 10.” Esta construcción, que hace unos años podía sonar extraña, hoy es habitual en ámbitos académicos, profesionales y sociales.
El inglés ha sabido adaptarse a los cambios sociales con agilidad, y ha contado con el respaldo de instituciones claves como The Merriam-Webster Dictionary, que ya lo incluye como opción válida, lo que ayudó a consolidar este cambio.
El español: el desafío de las marcas visibles
El español, en cambio, nos plantea un escenario distinto. Es un idioma altamente marcado por el género. Desde los artículos (“el/la”), los sustantivos (“amigo/amiga”) hasta los adjetivos (“lindo/linda”), el género binario está en todas partes. Es decir, todo en nuestra lengua tiende a dividirse en masculino o femenino. Y cuando intentamos escapar de esa estructura, aparece el debate: ¿decimos “todes”? ¿“Amigxs”? ¿"Amigo y amiga"? ¿“Elle”? ¿Cómo escribimos sin excluir, pero sin romper la fluidez?
La lengua española ha iniciado una conversación intensa en torno al lenguaje inclusivo, pero aún no cuenta con consenso ni respaldos oficiales tan fuertes como en el caso del inglés. Las academias de la lengua se han mostrado más conservadoras, y muchos hablantes se sienten incómodos o no saben cómo usar alternativas inclusivas, sin dejar de sonar natural.
Entonces… ¿Es el inglés más inclusivo?
Desde un punto de vista puramente estructural, podríamos decir que sí. La neutralidad de muchas palabras en inglés y la aceptación general del uso de “they” lo hacen, al menos, más flexible frente a los desafíos actuales de la inclusión.
Pero la inclusión no es solo estructura: también es intención, contexto y cambio. El español, aunque más rígido, está atravesando un proceso cultural profundo que busca, desde adentro, formas más equitativas de nombrar. Y eso también es valioso.
Más allá de la estructura: lo que importa es nuestro uso del idioma
Lo realmente inclusivo no es el idioma en sí, sino cómo lo usamos. Si el lenguaje refleja nuestras ideas, entonces lo primero es cuestionarnos a nosotros mismos: ¿a quién incluimos cuando hablamos? ¿A quién dejamos fuera? ¿Qué tan abiertos estamos a aprender nuevas formas de expresarnos, aunque nos saquen de nuestra zona de confort?
Como profesores y profesoras de lenguas, tenemos un rol clave. No solo enseñamos estructuras y vocabulario. Enseñamos también una mirada. Y como formadores, tenemos la oportunidad (y la responsabilidad) de hacer que esa mirada sea más inclusiva, más consciente, más humana.
Conclusión: el idioma no es el límite, la intención sí
Ambos idiomas, con sus fortalezas y desafíos, pueden ser herramientas de inclusión. O de exclusión. Depende de quién los use y con qué propósito. Porque al final, no se trata solo de decir “they” o “elle”, sino de construir un mundo donde todas las personas se sientan nombradas, representadas y escuchadas.
Delfina Gallo
Instagram: @ms.delfinagallo